Juicio de Llorente acerca de la Inquisición española.

Yo fui secretario de la Inquisición de Corte de Madrid, en los años de 1789, 1790 y 1791, y conocí el establecimiento bastante a fondo para reputarlo vicioso en su origen, constitución y leyes, a pesar de las apologías escritas en su favor. Desde entonces me dediqué a recoger datos, sacar apuntamientos, hacer notas y copiar literalmente lo importante. Mi constancia en este trabajo y la de adquirir cuantos libros y papeles no impresos pude haber a la mano, a costa de crecidos dispendios, en las testamentarías de inquisidores y de otros personajes difuntos, me proporcionaron una colección copiosa de documentos interesantes. Ultimamente logré infinitos más en los años 1809, 1810 y 1811, con la ocasión de haber estado suprimido aquel tribunal. Con ellos pude publicar en Madrid, en los años 1812 y 1813, dos tomos de Anales de la Inquisición, y escribir la Memoria sobre la opinión de España acerca de la Inquisición, que la Real Academia de la historia (de que soy individuo, y para quien la escribí) dio a luz entre sus Memorias. Con ellos puedo también llenar el vacío que hay en este ramo de literatura y satisfacer la curiosidad pública.

Ningún preso ni acusado ha visto jamás su proceso propio, cuanto menos los de otras personas. Ninguno ha sabido de su causa más que las preguntas y reconvenciones a que debía satisfacer, y los extractos de las declaraciones de testigos, que se le comunicaban con ocultación de nombres y circunstancias de lugar, tiempo y demás capaces de influir al conocimiento de las personas, ocultándose también lo que resulte a favor del mismo acusado, porque se seguía la máxima de que al reo toca satisfacer el cargo, dejando a la prudencia del juez el combinar después sus respuestas con lo que produzca el proceso a favor del procesado. He aquí por qué Felipe Limborg y otros escritores de buena fe no pudieron tener jamás una historia exacta de la Inquisición, pues sólo se gobernaban por las narraciones de presos que ignoraban todo lo interior de sus causas propias, y por lo poquísimo que constaba en los libros escritos por Eyrnerich, Páramo, Peña, Cavena v otros inquisidores.

Juan Antonio Llorente, Historia crítica de la Inquisición en España, Tomo I, pags. 2 y 3.


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