Confesión bajo tortura de Elvira del Campo, Toledo, 1567-1569.

 

La llevaron a la cámara de tortura y le ordenaron que dijese la verdad, y ella dijo que no tenía nada que decir. Le ordenaron que se desnudara y de nuevo la exhortaron, pero guardó silencio. Una vez desnuda dijo: «Señores, he hecho todo lo que se dice de mí y levanto falsos testimonios contra mí misma, pues no quiero verme en semejante brete; plegue a Dios, no he hecho nada». Le dijeron que no levantase falsos testimonios contra ella misma, sino que dijera la verdad. Empezaron a atarle los brazos; dijo: «He dicho la verdad; ¿que tengo que decir?». Le dijeron que dijese la verdad y replicó: «He dicho la verdad y no tengo nada que decir». Le aplicaron una cuerda a los brazos y la retorcieron y la exhortaron a decir la verdad, pero dijo ella que nada tenía que decir. Luego chilló y dijo: « Decidme lo que queréis, pues no sé qué decir». Le ordenaron que dijese lo que había hecho, pues era torturada por no haberlo hecho, y ordenaron que se diese otra vuelta a la cuerda. Exclamó: «Soltadme, Señores, y decidme lo que tengo que decir: no sé lo que he hecho, ¡oh,, Señor, apiádate de mí, pecadora!». Dieron otra vuelta a la cuerda y ella dijo: «Aflojadme un poco para que pueda recordar lo que tengo que decir; no sé lo que he hecho; no comí carne de cerdo porque me daba asco; lo he hecho todo; soltadme y diré la verdad». Se ordenó otra vuelta a la cuerda, entonces ella dijo: «Soltadme y diré la verdad; no sé lo que tengo que decir. .., soltadme por el amor de Dios.... decidme lo que tengo que decir.... lo hice, lo hice.... me hacen daño, Señor..., soltadme, soltadme y lo diré». Le dijeron que lo dijese, y dijo: «No sé lo que tengo que decir.. Señor, lo hice... No tengo nada que decir.. ¡Oh, mis brazos! Soltadme y lo diré». Le pidieron que dijese lo que hizo y dijo: «No lo sé, no comí porque no quise». Le preguntaron por qué no quiso y replicó: «¡Ay! soltadme, soltadme..., sacadme de aquí y lo diré cuando me hayáis sacado... Digo que no la comí». Le ordenaran que hablase y dijo: «No la comí, no sé por qué». Ordenaron otra vuelta y ella dijo: «Señor, no la comí porque no quise..., soltadme y lo diré». Le ordenaron que dijera lo que había hecho contra nuestra santa fe católica. Dijo: «Sacadme de aquí y decidme lo que tengo que decir..., me hacen daño... ¡Oh mis brazos, mis brazos!», lo cual repitió muchas veces y prosiguió: «No me acuerdo,.... decidme lo que tengo que decir... ¡Oh, desgraciada de mí! Diré todo lo que quieran, Señores.... me están rompiendo los brazos.... soltadme un poco.... hice todo lo que se dice de mí». Le ordenaron que contase con detalle y veracidad lo que hizo. Dijo: «¿ Qué se quiere que diga? Lo hice todo..., soltadme, pues no recuerdo lo que tengo que decir.... ¿no Veis que soy una mujer débil? ¡Oh! ¡Oh! mis brazos se están rompiendo». Se ordenaron más vueltas y mientras las daban ella exclamó: « ¡Oh! ¡Oh! soltadme pues no sé lo que tengo que decir.... sí lo hice lo diría». Ordenaron que apretasen las cuerdas y entonces dijo: «Señores, ¿no sentís piedad de una mujer pecadora? ». Le dijeron que sí, si decía la verdad. Dijo ella: «Señor, dime, dímelo». Volvieron a apretar las cuerdas y ella dijo: « Ya he dicho que lo hice». Le ordenaron que lo contase con detalle, ante lo cual dijo: « No sé, cómo contarlo, Señor. no lo sé». Separaron las cuerdas y las contaron, y había dieciséis vueltas, y al dar la última vuelta, la cuerda se rompió.

Ordenaron entonces que la pusieran en el potro. Dijo ella: «Señores, ¿por qué no queréis decirme lo que tengo que decir? Señor, ponme en el suelo.... ¿acaso no he dicho que lo hice todo?». Le ordenaron que lo dijese. Dijo: «No me acuerdo.... sacadme de aquí..., hice lo que dicen los testigos». Le dijeron que contase con detalle lo que decían los testigos. Dijo: «Señor, como te he dicho, no lo sé con seguridad. He dicho que hice todo lo que dicen los testigos. Señores, soltadme, pues no me acuerdo». Le ordenaron que lo dijese. Dijo ella: «No lo sé. Oh, oh, me están despedazando..., he dicho que lo hice.... soltadme». Le ordenaron que lo dijese. Ella dijo: «Señores, de nada me sirve decir que lo hice, y he reconocido que lo que he hecho me ha traído estos sufrimientos..., Señor, tú conoces la verdad... Señores, por el amor de Dios tened piedad de mí. Oh, Señor, quita estas cosas de mis brazos... Señor, suéltame, me están matando». La ataron en el potro con las cuerdas, la instaron a decir la verdad y ordenaron que apretasen los garrotes. Ella dijo: «Señor, ¿no ves cómo esta gente me está matando? Señor, lo hice.... por el amor de Dios suéltama». Le ordenaron que lo dijera. Dijo: «Señor, recuérdarne lo que no sabía... Señores, tened piedad de mí..., soltadme por el amor de Dios. .., no tienen piedad de mí .. , lo hice..., sacadme de aquí y recordaré lo que aquí no puedo». Le dijeron que dijese la verdad o apretarían las cuerdas. Dijo ella: «Recordadme lo que tengo que decir porque no lo sé.. Dije que no quería comerla... Sólo sé que no quise comerla y esto lo repitió muchas veces. Le ordenaron que dijese por qué no quiso comerla. Dijo ella: « Por la razón que dicen los testigos.... no sé cómo decirlo..., desdichada de mí que no sé cómo decirlo. Digo que lo hice y Dios mío, ¿cómo puedo decirlo?». Luego dijo que, como no lo hizo, ¿cómo podía decirlo... ? «No quieren escucharme..., este gente quiere matarme.... soltadme y diré la verdad». De nuevo la exhortaron a decir la verdad. Dijo: «Lo hice, no sé cómo lo hice..., lo hice por lo que dicen los testigos.... soltadme.... he perdido el juicio y no sé cómo decirlo..., soltadme y diré la verdad». Luego dijo: «Señor, lo hice, no sé cómo tengo que decirlo, pero lo digo tal como dicen los testigos..., deseo decirlo..., sacadme de aquí. Señor, tal como dicen los testigos, así digo yo y lo confieso». Le dijeron que lo declarase. Dijo ella: «No sé cómo decirlo.... no tengo memoria... Señor, tú eres testigo de que si supiera cómo decir algo más, lo diría. No tengo nada más que decir salvo que lo hice y Dios lo sabe». Dijo muchas veces: «Señores, Señores, nada me ayuda. Tú, Señor, oye que digo la verdad y no puedo decir más.... me están arrancando el alma..., ordénales que me suelten». Luego dijo: «No digo que lo hice... No dije más». Luego dijo: «Señor, lo hice para observar aquella Ley». Le preguntaron qué Ley. Dijo: « La Ley que dicen los testigos..., lo declaro todo, Señor, y no recuerdo qué Ley era... Oh, desgraciada fue la madre que me parió». Le preguntaron a qué Ley se refería y cuál era la Ley que ella decía que decían los testigos. Se lo preguntaron repetidas veces, pero ella guardó silencio y al final dijo que no lo sabía. Le dijeron que dijese la verdad o apretarían los garrotes, pero ella no contestó. Ordenaron dar otra vuelta a los garrotes y la exhortaron a decir qué Ley era. Dijo ella: «Si supiera qué decir, lo diría. Oh, Señor, no sé lo que tengo que decir... Oh, oh, me están matando..., si quisieran decirme qué... ¡Oh, Señores! ¡Oh, mi corazón!». Entonces preguntó por qué deseaban que dijera lo que no podía decir y exclamó repetidamente: «¡Oh, desdichada de mí!». Luego dijo: «Señor, sé testigo de que me están matando sin que yo pueda confesar». Le dijeron que si deseaba decir la verdad antes de que echasen el agua, que lo hiciera y así descargaría su conciencia. Ella dijo que tío podía hablar y que era una pecadora. Luego colocaron [en su garganta] la toca [embudo] de lienzo y ella dijo: «Quitádmelo, que me estoy asfixiando y se me revuelve el estómago». Entonces vertieron una jarra de agua, tras lo cual le ordenaron que dijese la verdad. Ella pidió a gritos confesarse, diciendo que se estaba muriendo. Le dijeron que la tortura continuaría hasta que dijese la verdad y la exhortaron a decirla, pero, aunque la interrogaron repetidamente, ella guardó silencio. Entonces el inquisidor, viendo que estaba agotada por la tortura, ordenó su suspensión.

La Inquisición Española, Cecil Roth, pag. 88 al 91.




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