El mito de los orígenes revisado

En Mitre, Levene y Chiaramonte.

 Pablo A. Chami

El mito de los orígenes se refiere a cierta historiografía que propone la existencia de una Nación Argentina o rioplatense desde la primera década revolucionaria y, en algunos autores, en las décadas previas a la Independencia. José Carlos Chiaramonte considera a esta historiografía falsa, ya que impide percibir la realidad de lo sucedido. Además, que es conveniente encarar el proceso de formación de las nuevas nacionalidades sin el supuesto de considerar a la nación como coexistente o anterior a la independencia. Es una tradición historiográfica de fines del siglo XIX que tenía por objetivo la formación de una conciencia nacional en los nuevos países de América española. [1] Denomina a estas ideas de preexistencia de la nación “el mito de los orígenes” y adjudica el comienzo de ellas a Bartolomé Mitre.

Coincido con esta visión de Chiaramonte pero entiendo que no fue Mitre quien gestó el mito sino José Luis Romero, Ricardo Levene y los miembros de la denominada Nueva Escuela Histórica. Ellos sustentaron expresamente la idea de la preexistencia de la nación.  En el desarrollo de este trabajo veremos como Mitre, en diversos pasajes de sus obras históricas, concebía a la nación y a la nacionalidad como contingente, como una construcción. Situando su advenimiento en la década de 1820.

 

El mito

Chiaramonte explica su visión de las Provincias Unidas del Río de la Plata durante la primera década revolucionaria como:

[...] el supuesto de un Estado y una nación naciendo en 1810 o 1816 es efecto dé ése "mito de los orígenes” al que hemos hecho referencia en otro trabajo. Lo cierto es que durante aquella década se sucedieron diversos intentos de organizar constitucionalmente un Estado rioplatense, protagonizados por las ciudades principales del territorio y sucesivamente fracasados. La realidad habría sido la existencia no de un organismo estatal sino de una situación de “provisionalidad permanente”, caracterizada por la coexistencia de las soberanías de ciudades   —paulatina­mente encaminadas a configurar ámbitos más amplios de soberanía como habrían de ser las posteriores nuevas provincias—, con gobiernos rioplatenses no siempre acatados.[2]

El trabajo que cita Chiaramonte, en el párrafo anterior es: El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana. En él se refiere expresamente a los autores que comenzaron con el “mito” de colocar la nación al inicio: Son Bartolomé Mitre en su libro Historia de Belgrano y de la independencia Argentina y a Vicente Fidel López en la Historia de la República Argentina, Su origen, su revolución y su desarrollo político. [3] El párrafo al que hacemos referencia es el siguiente:

Según un punto de vista generalizado en la historiográfica latinoamericana los proyectos de nuevos estados nacionales que se difundieron con la Independencia implicaban la existencia previa de una comunidad con personalidad nacional o en avanzado proceso de formación de la misma. Como habremos de comprobar, se trata de un punto de vista que en el caso rioplatense resulta falso y que impide percibir el desconcierto que al respecto se manifestaba hacia 1810. [...] El afán por afirmar los débiles estados surgidos del derrumbe ibérico, fomentando la conciencia de una nacionalidad distinta, propósito explicito en esa historiografía, facilitó la generalizada suposición de que la Independencia fue resultado de la necesidad de autonomía de nacionalidades ya formadas.[4]

La justificación de este aserto la expone Chiaramonte en la nota al pie de página que acompaña al texto principal, donde señala que Mitre expresa la idea de preexistencia al comienzo del primer capítulo de la Historia de Belgrano.[5] Se trata del capitulo “La sociabilidad argentina”, en el que Mitre habla de la “idea de la Independencia del Pueblo Argentino”, una idea en estado incipiente, en el relato, y no de “nacionalidades ya formadas”, como sostiene Chiaramonte. (Analizaremos en detalle este capítulo más adelante.) También en dicha nota, Chiaramonte señala la pagina 302 del mismo libro. Pero, para entender el texto de Mitre citado, es necesario ver en qué contexto fue escrito: en la pagina anterior, la 301, Mitre nos dice que “En lo que va corrido de este libro, hemos podido estudiar el desarrollo progresivo de la idea revolucionaria, y de las causas complejas que la han venido ensanchando gradualmente.” Y, en ya la mencionada 302: “Tales fueron en general las causas eficientes de la revolución argentina: el desarrollo armónico de las fuerzas morales y de las fuerzas materiales de los hechos y de las ideas del individuo y de la sociedad.” Vemos claramente que Mitre habla de la revolución a la que llama argentina, pero en ningún caso habla de un Estado o de una Nación Argentina ya formada. Habla del desarrollo progresivo de la idea revolucionaria, que se ha ensanchado paulatinamente, hasta llegar a la Revolución de Mayo.[6]

 En El Mito de los orígenes, Chiaramonte encuentra que la idea de que “la nación se hallaba prefigurada desde tiempos coloniales” era sustentada por los constitucionalistas profesores de la cátedra de Derecho Constitucional de la facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. “Era la misma imagen ya impuesta por B. Mitre y V. F. López en sus obras fundamentales.”[7] También en el artículo: “Provincias, caudillos, Nación y la historiografía constitucionalista Argentina, 1853-1930”,[8] escrito en conjunto con Pablo Buchbinder, los autores desarrollan en detalle la idea de preexistencia de la nación sustentada por los profesores de dicha cátedra.

Es interesante notar que Chiaramonte, en los siguientes artículos y libros publicados, señala continuamente el efecto negativo que el “mito de los orígenes” tiene sobre la Historia Argentina, pero siempre se refiere en forma directa al artículo que acabamos de analizar: El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana. En ningún otro lugar investiga los textos de Mitre en los que se mencione la existencia de la Nación Argentina en las décadas anteriores y posteriores a la Revolución de Mayo.[9]

 

Romero: La “preexistencia” de la nación

José Luis Romero analiza la trayectoria política de Mitre en su ensayo: “Mitre: Un historiador frente al destino nacional”,[10] publicado por primera vez en el diario La Nación en 1943. Nos dice que cuando Mitre regresó del exilio en Montevideo luego de la victoria de Urquiza frente a Rosas, sus convicciones ya estaban fijadas: “es, como será siempre, el campeón de la integridad de la nación”.[11]En el año 1854, durante el debate por la Constitución de la Provincia de Buenos Aires, que en ese momento estaba separada de la Confederación Argentina, —seguimos a Romero—, Mitre “sienta la tesis de la ‘preexistencia de la nación’ de la unidad constitutiva e indisoluble del país, de la existencia de una patria común de los argentinos, que las pasiones incitan a olvidar, pero que él siente como una convicción profunda; y esta convicción constituye la llave maestra para defender su conducta pública, su labor de político y de estadista y, sobre todo, su concepción de historiador”.[12] Romero, en nota al pie de página, cita el discurso que proclamó Mitre durante el debate en el seno de la Convención Constituyente de la Provincia de Buenos Aires, cuando se discutían los artículos de la Constitución.

Paginas mas adelante, Romero vuelve a afirmar las ideas de Mitre con respecto a los orígenes de la nación en el siguiente párrafo:

Como historiador, podría decirse que su hipótesis de trabajo fue su propia convicción y quiso verificar su validez sis­tematizando el proceso histórico que evidenciaba la preexistencia de la nación y señalando la línea de desenvolvimiento que encadenaba las distintas fases del desarrollo de este principio desde el periodo colonial en adelante para plasmar, finalmente, en el ser de la nación.[13]

Romero cita nuevamente el texto del discurso de Mitre en la Convención Constituyente de la Provincia de Buenos Aires y agrega como referencia párrafos de las Comprobaciones históricas. ¿Qué dice Mitre en el último texto citado por Romero y en qué contexto fueron escritos? Lo que está explicando son los antecedentes de la Revolución de Mayo. En la página 201, expone cómo las invasiones inglesas “despertaron el espíritu público de los nativos y desenvolvieron sus fuerzas latentes, creando un sentimiento nuevo de nacionalidad. En la 202 define la disputa entre el partido americano en oposición a lo español, “sin darse todavía bien cuenta de sus tendencias y sus proyecciones en lo futuro.” Y en la pagina 203 expresa: “el 25 de Mayo de 1810, fue la iluminación que proyectó sus resplandores por los grandes horizontes de una ‘nueva y gloriosa nación’, a cuya luz inextinguible se leen las páginas de la historia patria.” En ninguno de estos casos postula Mitre la preexistencia de una nación ¾no debemos confundir el sentimiento de nacionalidad con la existencia de una nación¾. Puestas las frases de Mitre dentro de su contexto, vemos que nuevamente coloca el advenimiento de la nación en el futuro. Para Mitre, la Revolución de Mayo es el primer resplandor de ese futuro.[14]

 

Los continuadores del mito

En 1948 Levene publicó el libro: Las ideas históricas de Mitre.[15]En él afirma que Mitre pensaba en una nación preexistente, y estima que los estudios históricos posteriores acerca de la Revolución de Mayo “han confirmado plenamente”. Transcribimos el párrafo de Levene:

Al discutirse en la Asamblea general de 1854 la constitución del Estado de Buenos Aires, en el momento grave de la lucha con la Confederación, desenvolvió el concepto de la nación preexistente, la idea orgánica de la nacionalidad argentina. La ley que debía servirle de norma, era el Acta inmortal de nuestra Independencia firmada en Tucumán el 9 de julio de 1816, por las Provincias Unidas reunidas en Congreso.

A continuación transcribe un párrafo del discurso de Mitre ante la Asamblea Constituyente de la Provincia de Buenos Aires, párrafo ya citado por Romero, que analizaremos en detalle más adelante:

“Ese pacto escrito y sellado con nuestra sangre y con nuestras lágrimas ¾dijo¾ sostenido a costa de esfuerzos inmensos, existe y existirá a pesar de nuestros dolorosos infortunios, a pesar de la guerra civil, a pesar de la tiranía y de las pasiones del momento, porque la Nación Argentina existe en el corazón de todos los argentinos y con ella el Acta de su Independencia que lo simboliza”.[16]

También, en el prólogo al tomo VI de la historia de la Nación Argentina, Levene escribe nuevamente acerca de la preexistencia de la nación, pero en esta oportunidad lo hace como una idea propia, sin atribuirla a Mitre:

Con respecto a la Historia Patria propiamente dicha se destaca robustecida la personalidad de la Historia Argentina, [...] Además ese es el camino que conduce al descubrimiento del alma nacional con sus modalidades inconfundibles, y no un medio para crearla precisamente, como se ha dicho, pues que preexistía con sus manifestaciones palpitantes y no hemos hecho sino revelarla por la investigación no como un resto arqueológico sino como un hecho vivo, al amor del pueblo y sobre todo al espíritu de continuación y superación de las nuevas generaciones.[17]

En este párrafo, Levene entiende que el alma nacional no había que crearla o construirla, sino que ya existía. Podemos notar además el cambio del tiempo verbal: Levene escribe la palabra preexistía, en tiempo pasado, mientras que Mitre dice preexiste, en tiempo presente. Piensa Levene que la nación preexistía de alguna forma en momentos previos a la Revolución de Mayo. Podemos concluir que es Ricardo Levene quien introduce expresamente la idea de la preexistencia de la Nación en sintonía con el artículo (ya visto en párrafos anteriores) de José Luis Romero y los profesores de la cátedra de Derecho Constitucional de la Universidad de Buenos Aires, mencionados por Chiaramonte y Buchbinder.

 

 

El siguiente texto que analizaremos es “La Historia de Belgrano de Mitre y la problemática concepción de un pasado nacional” por Elías José Palti. Considera que la producción del romanticismo rioplatense fue pródiga en su “obra literaria y doctrinaria”, pero su obra histórica es “débil y tardía”. Fue la afirmación del orden político lo que haría “imperativo dotar discursivamente al nuevo Estado” de bases menos precarias que las victorias logradas en la guerra de la Independencia y, en consecuencia, lograr concebir una “historia nacional”. Es Mitre precisamente quien resuelve esta falencia en su Historia de Belgrano y de la independencia argentina.[18]

Mitre —seguimos a Palti— concibe la historia argentina postulando la “preexistencia de la nación”, pero que esta concepción se convirtió en una “desventaja postrera.”[19] Era el vocero de una imagen compacta y lineal de la historia. Esta idea de una historia compacta y lineal desarrollada por Mitre es lo que Palti se propone discutir. Para ello cruzara los textos de las diversas ediciones de la Historia de Belgrano para determinar los cambios en el pensamiento de Mitre.[20] Sin embargo, la idea de la preexistencia no esta respaldada en el texto de Palti por ninguna nota que la sustente, como si fuera algo ya establecido por la historiografía actual, basándose posiblemente en los escritos de Levene y Romero que ya analizamos en párrafos previos.

La idea, que Palti denomina genealógica, o sea rastrear los orígenes de la nación, aparece tardíamente en el pensamiento de Mitre, recién en el capítulo “Sociabilidad argentina” incorporado en la tercera edición de la obra (1876-1877), en donde “define los principios que habrían guiado nuestra evolución nacional e identifican a la nacionalidad argentina desde su origen (la colonización), recortándola claramente dentro del mapa sudamericano.”[21]La revolución argentina, no era el resultado de la inspiración de ciertas personas o de un círculo iluminado, sino el producto de fuerzas históricas inevitables.[22]

Es en este punto donde Palti encuentra que este capítulo contradice el “proyecto original” de Mitre, según las dos primeras ediciones, pues el objetivo primitivo de la obra era “destacar la efectividad de la acción humana en la determinación de los acontecimientos históricos.”[23] La desobediencia de Belgrano a las órdenes impartidas por Buenos Aires, que le instaba a retirarse a Córdoba con su ejército, pero él desobedece y resiste en Tucumán y de este modo puede recuperar las ciudades de Salta y Jujuy, lo que le permitió conservar esos territorios para la futura Nación Argentina, que de otro modo, tal vez formarían parte de lo que hoy es Bolivia. En este punto es donde Palti reconoce en Mitre el concepto “del carácter ‘construido’ de la nacionalidad”[24], y donde la idea de Mitre de la evolución argentina no era tan lineal como ese primer capítulo sugiere.[25] Palti encuentra que las contradicciones en la obra de Mitre son una desventaja postrera. Pero sucede que Palti parte del supuesto de que Mitre consideraba a la Nación como preexistente, que como veremos más adelante, no corresponde al pensamiento de Mitre.

 

 

Seguidamente analizaremos el artículo de Fabio Wasserman: “De Funes a Mitre”, donde estudia las diversas producciones discursivas en los años posteriores a la Revolución de Mayo, en los que, en contraposición de las historias de Mitre y Vicente Fidel López, se “había desarrollado otro tipo de narrativa sobre el pasado rioplatense, la cual no tenía por qué dar cuenta del desarrollo de la nación argentina o de alguno de sus supuestos elementos constitutivos —grupo dirigente, pueblo, ideario, territorio, mercado, cultura, etcétera—.”[26]

Pero lo que nos interesa es el análisis que Wasserman le dedica a la obra de Mitre, que comienza de la siguiente forma:

De todos modos, tras la caída de Rosas se había ido afirmando una conciencia acerca de la preexistencia de la nacionalidad argentina, aunque muchos la percibieran como una entidad precaria cuya sola postulación no podría alcanzar para fundamentar la organización nacional. Uno de los mas fervorosos sostenedores de esta postura fue Bartolomé Mitre, quien consideraba la Revolución de Mayo como el acontecimiento fundacional de la Nación Argentina.[27]

Wasserman cita para fundamentar este párrafo en nota al pie los trabajos de José Luis Romero y de Elías Palti, ya analizados. Rebate la apreciación de Romero en cuanto a que ya en las primeras versiones de la Historia de Belgrano existía un “relato orgánico que tiene por sujeto la nacionalidad argentina.” En este punto coincide con Palti en que ese relato aparece recién en la tercera edición cuando agrega el conocido capítulo: “La sociabilidad Argentina”. La intención de Mitre era poner en cuestión las versiones dominantes que consideraban a la Independencia como “un movimiento improvisado motivado por la crisis de la monarquía española. No parece difícil entender la razón por la cual Mitre buscaba rebatir dicha versión, ya que de ser cierta, su carácter contingente dificultaba o impedía que pudiera interpretarse a la Revolución como expresión de una conciencia nacional.”[28]

Mitre, nos dice Fabio Wasserman, intentó plasmar un relato que incluyera el accionar de las minorías ilustradas con la de las masas. “Es que ambas compartían un mismo objetivo, que era en verdad un mandato histórico al que estaba predestinado el Río de la Plata; lo cual, claro esta, permite suponer la existencia de un pueblo-nación o una nacionalidad.” Pueblo y minorías que dirigían la acción revolucionaria se complementaban. Cuando la fuerza de las minorías flaqueaba, sus fallas eran corregidas por el pueblo. “De un modo u otro, la causa nacional encontraba quienes la llevaran a buen término cuando alguno de sus agentes desfallecía.”[29]

Wasserman destaca el “triunfo de Mitre” en cuanto a su versión histórica que se colocaba en una “posición exterior” de los anteriores relatos de la Revolución. Es por ello que estas versiones anteriores “fueron dejadas de lado, o, en el mejor de los casos, consideradas pero en forma aislada.”[30] A continuación, señala las limitaciones y contradicciones presentes en la Historia de Belgrano. Mitre rompe con alguna de las concepciones dominantes en la generación del 37, que consistía en haber producido la emancipación material sin haber logrado antes una emancipación espiritual. En cambio para Mitre la Revolución había sido la resultante de las fuerzas materiales, de los hechos, de las ideas, de los individuos y de la sociedad.[31]

En cuanto a los sujetos que le permitieron desarrollar su narración en clave nacional, Wasserman menciona que aparte de “revolución argentina”, Mitre señala a América, Buenos Aires, o los americanos o los porteños. O sea que “no sólo el vocabulario utilizado no era del todo acorde con las intenciones del autor, sino que, y más importante aún, tampoco lo era la trama urdida en su relato.” Ello se manifiesta en que Mitre concebía a la Revolución como el resultado del accionar —conciente— de las elites, pero en algunas citas, en especial las del propio Belgrano, se encuentra que declara que los sucesos de Bayona, que hicieron posible la Revolución de Mayo, se produjeron sin que los criollos “hubieran hecho nada para lograr la Independencia”.[32]

También, para Fabio Wasserman, el uso de gentilicios y calificativos hacen problemática la capacidad de Mitre de dotar de un relato a la nacionalidad argentina. Además, el territorio y el pueblo argentino eran un dato primordial. “Por el contrario, habían sido el resultado de un proceso histórico en cuya definición tuvieron vital importancia los acontecimientos revolucionarios, pero, mucho mas aún, las guerras de la independencia. [...] pero esto no significaba en modo alguno la existencia de una entidad nacional ya delimitada, la cual había sido mas bien el resultado de la revolución y de la guerra.”[33]

En las consideraciones finales, Wasserman hace un análisis de sistema de razonamientos que empleó en su trabajo. La razón por la que no podía concebirse a la Revolución de Mayo en clave nacional era porque no existían “condiciones estructurales que permitieran producir un relato de esas características y que, por eso mismo, éste recién pudo lograrse al consolidar el Estado nacional.” Pero esta hipótesis “sólo puede verificarse con un razonamiento circular, [...] las representaciones del pasado son un indicador de las condiciones sociopolíticas presentes y éstas, a su vez, son la clave explicativa de las representaciones del pasado.”[34]

Podemos decir entonces que las contradicciones que señala Fabio Wasserman en el discurso de Mitre, comparando las diferentes versiones de la Historia de Belgrano, parten de contrastar el texto con la idea de que Mitre consideraba la Nación como preexistente. Pero si dejamos de lado la idea de esa preexistencia, las contradicciones señaladas dejan de tener sentido y el texto de Mitre se convierte en coherente. Especialmente, si tenemos en cuenta las referencias de Mitre a la idea de la nacionalidad como una construcción, como veremos en los párrafos siguientes.

 

Mitre y el origen del mito

Analizamos a continuación el fragmento del discurso pronunciado por Mitre en la Asamblea Constituyente de la Provincia de Buenos Aires el día 3 de mayo de 1854. Partes de este texto fueron citadas por Levene y Romero en sus trabajos acerca de la preexistencia de la nación. Para hacer más clara la cuestión es conveniente transcribir completos los párrafos del discurso:

Si, pues, la provincia de Buenos Aires en lo que respecta a su soberanía exterior, no puede comprometer ningún derecho nacional, es decir, que sea del dominio común, ni ningún derecho provincial, que pueda afectar en algún modo a la Nación de que hace parte —aunque Buenos Aires se halle por efecto de las circunstancias en posesión temporal de él— es claro que no tiene el libre ejercicio de esa soberanía, y que por consecuencia, el artículo de la Comisión sienta un principio falso que no ha de tener su aplicación en la práctica, o más bien, sienta un hecho falso.

Hay, señores, un pacto, un derecho, una ley anterior y superior a toda Constitución, a esta Constitución, así como a cualquiera otra que nos demos, más adelante. Hay, señores, una nación preexistente, y esa nación es nuestra patria, la patria de los argentinos. El pacto social de esa nación, el derecho, la ley preexistente que debe servirnos de norma, se halla aquí en este misino recinto. Allí está: es el aeta inmortal de nuestra independencia, firmada en Tucumán el 9 de Julio de 1816 por las Provincias Unidas en Congreso. Este pacto, anterior y superior a toda ley, como he dicho ya, debe ser el punto de partida de los legisladores; y mientras una revolución no se consume, mientras él no sea desgarrado por la mano de la anarquía o de la violencia, o mientras el pueblo de Buenos Aires reunido en la plaza pública no diga a sus lictores: tomad la esponja y borrad, el artículo al cual hago oposición es ilegal, es inadmisible. Pero mientras esto no suceda, mientras él subsista, estamos sujetos a todos los deberes que ese gran pacto nos impone, como miembros de la asociación argentina.

Señores: ese pacto escrito y sellado con nuestra sangre y nuestras lágrimas, y que hemos sostenido a costa de esfuerzos inmensos, existe y existirá a pesar de nuestros dolorosos infortunios, a pesar de la guerra civil, a pesar de la tiranía y de las pasiones del momento, porque la nación argentina existe en el corazón de todos los argentinos, y con ella el acta de su independencia que lo simboliza. Este es el pacto que todos reconocemos, y que ha reconocido también la Comisión que ha presentado el proyecto de Constitución.[35]

Este fragmento del discurso de Mitre debemos analizarlo en primer lugar en cuanto a su significado y luego en el contexto en el que fue expresado. Mitre sostiene que la nación ya existe en el año del debate, 1854, pues como vemos, la frase está en tiempo presente, dice: nación preexistente, que existe y existirá, no que ya existía o que preexistía. Esto quiere decir que existía antes del momento en que pronuncia su discurso, pero no aclara a partir de qué momento existe la nación. El punto de partida se basa en la declaración de la Independencia en 1816. Pero no dice que ya existía en el año 1816. En segundo lugar, que la nación que supone que existía es esa nación en el sentido antiguo del término, como conjunto de pueblos, no como Estado Nacional, pues éste esta tomando forma en la época en que Mitre pronunció este discurso, un discurso político, y esa forma legal esta plasmada en la Constitución de 1853 y en la propia de la provincia de Buenos Aires, cuyos artículos se estaban debatiendo en el recinto cuando Mitre pronunció esa frase. Debemos tener en cuenta que Mitre postula la existencia de la Nación en el presente, en el momento en que pronuncia su discurso y no durante la época revolucionaria.[36] En segundo lugar, que este texto es un discurso político, pronunciado en el fragor de un debate y no de una de sus obras históricas.

Entendemos que no se puede determinar el pensamiento de Mitre con respecto a la nación por lo expresado en esta única frase. Recordemos las palabras de Marc Bloch cuando nos dice que en un trabajo histórico, “Todo término importante, todo giro de estilo característico, viene a ser un verdadero elemento de conocimiento; pero únicamente tras haber sido confrontado con lo que lo rodea, vuelto a considerar en el uso de la época, del medio o del autor;”[37]Entendemos que esto es válido para la expresión “preexistencia de la nación” en el discurso de Mitre. La idea de la supuesta preexistencia de la nación en el pensamiento de Mitre debe ser analizada, no por una frase dicha durante un debate político sino dentro del contexto de toda su obra, en especial, en sus escritos históricos que analizaremos a continuación.

 

 

Mitre: “El hilo conductor”

Las obras que nos interesan son las de Mitre como historiador, en especial la Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, y la Historia de San Martín y de la emancipación Sud-Americana.[38]

La Historia de Belgrano fue objeto de varias ediciones a lo largo de un período extenso de la vida de Bartolomé Mitre. La primera edición se publicó en la Galería de Celebridades Argentinas en 1858 con el título de Biografía de Belgrano, la narración abarca hasta el año 1812. La segunda edición, con el título Historia del general Belgrano, se publicó en los años 1858 y 1859 en dos tomos. En esta edición el relato fue extendido hasta la declaración de la Independencia en 1816. La tercera edición es de los años 1876-77,[39] ya con el título definitivo de Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, concluye con la muerte de Belgrano y los sucesos de los años 1820 y 1821. La cuarta y última edición, publicada en 1887, también con el título Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, es la que utilizaremos para este trabajo.[40] Si bien el libro comenzó a escribirse como una biografía para una publicación ilustrada, a lo largo del tiempo se transformó en una historia rioplatense, desde fines del período colonial hasta las dos primeras décadas del siglo XIX. En palabras de Mitre:“el argumento del libro, a saber, el desarrollo gradual de la idea de la independencia argentina, desde sus orígenes lejanos a fines del siglo XVIII y durante su revolución, hasta la descomposición del régimen colonial en 1820, período que comprende la biografía y encierra el ciclo revolucionario en sus evoluciones, trasformaciones y conjunciones históricas.”[41]Está claro que lo que Mitre se propone es narrar la evolución de la idea de la Independencia y no dice nada acerca de la nación.

Mitre desarrolla en su obra una trama histórica cuyas claves están, según sus palabras: “Esparcidas en las páginas del libro que nos ocupa se encuentran las aplicaciones de esta teoría y el desarrollo histórico de la idea fundamental, que como un hilo conductor nos guía a través de los acontecimientos, teniendo siempre presente el objetivo.”[42]

Considera que la Revolución de Mayo es “el hecho más prominente de la historia argentina”.[43] Pero además de los sucesos políticos a que dio lugar la Revolución, le interesa el “desarrollo de la idea revolucionaria”, comenzando por señalar el grado de madurez a que ella “había llegado antes de estallar la revolución”.[44] Este camino de la Revolución es el hilo conductor con que Mitre teje su obra histórica y es el que intentaremos seguir y extraer dentro del océano de su historia política. En las propias palabras de Mitre:

Siendo el argumento del libro el desarrollo de la idea de la independencia argentina, él habría quedado incompleto si no se hubiera dado mayor amplitud a la crónica de la revolución interna, llevando la narración histórica hasta la época en que ella se afianzó definitivamente.

[...] Por la misma razón hemos dado mayor atención a las acciones y reacciones que desde 1816 hasta 1821 determinaron el carácter de la revolución, y fijaron de hecho su constitución republicano-federal, como nación independiente y libre.[45]

En este párrafo encontramos que Mitre considera que su relato corresponde al desarrollo de la idea de la independencia argentina, no de la nación. Entiende que los acontecimientos políticos que se produjeron en el Río de la Plata, desde el año 1816 hasta el año 1821, corresponden al nacimiento de la Nación Argentina.

 

 

La sociabilidad argentina

Analizaremos ahora el primer capítulo de la Historia de Belgrano, que fue agregado en la tercera edición con el nombre de “La sociabilidad argentina”. En él se encuentran conceptos que hacen a la “filosofía” del pensamiento de Mitre. Este capítulo es el que citan Chiaramonte, Palti y Wasserman en los escritos que ya analizamos. Basándose en él, estiman que Mitre postulaba la “preexistencia de la nación”.

Mitre compara en este capítulo los virreinatos de México y Perú por un lado y el del Río de la Plata por otro. Señala ciertos rasgos que distinguen a la población del Río de la Plata. Mientras que los primeros “fueron verdaderas cortes coloniales, con aristocracia de condes y marqueses, que profesaban el culto de la nobleza y sostenían la institución con todas sus consecuencias.” En el segundo caso, “Sólo las Provincias del Río de la Plata presentaban la homogeneidad de una democracia genial, en que todos eran iguales de hecho y de derecho.” En estos párrafos, Mitre esboza un concepto de identidad rioplatense que se basa en determinados rasgos de su población, a diferencia de otros virreinatos americanos. Estos rasgos diferenciales son: “Sin nobles, sin mayorazgos, despreciando por instinto los títulos de nobleza, sin clases desheredadas, sin antagonismo de razas ni de intereses, viviendo en un clima templado y una tierra abundante, que alimentaba la fuente de la vida con un trabajo fácil, y animados de un espíritu de igualdad nativa, un mismo nivel pesaba por todas las cabezas.”[46]

Más adelante escribe que la victoria obtenida contra los ingleses despertó un sentimiento de identidad entre los criollos. Veamos como lo expresa Mitre: “Los nativos, emancipados por los sucesos, habían pasado de la condición de siervos a la de iguales de los españoles, y como se ha visto, un sentimiento arrogante de nacionalidad se despertaba en ellos.” Y más adelante: “El día que unos cuantos hombres comprendieron esto, estalló la revolución. Por eso, la revolución incubada por una minoría ilustrada, fue recibida por las masas como una ley que se cumplía, sin sacudimientos y sin violencia. Los sucesos de la invasión francesa en España, aunque cooperaron al éxito, no hicieron en realidad sino acelerar la revolución, dando a los directores del pueblo el secreto de la debilidad del opresor y la plena conciencia de su propio poder.”[47]

Está hablando de un sentimiento nacional criollo o americano en contraposición al de español europeo. Todavía no habla de un sentimiento argentino.

Cuando describe los intereses económicos de Buenos Aires a fines del período colonial escribe que ellos condensaban “los elementos que debían componer en lo futuro la nacionalidad argentina”.[48]

 

 

Una nación en el futuro

Las páginas de Mitre se encuentran salpicadas —como ya mencionamos— de constantes referencias a la nacionalidad argentina, pero expresadas como antecedentes de una futura nacionalidad, no como una nacionalidad existente sino en formación. En general el sujeto de su historia es la “revolución argentina”, no habla de “nación argentina”, y cuando lo hace es siempre en tiempo futuro, como la nación que más tarde surgirá.

Veremos a continuación algunos ejemplos de ello tomados de la Biografía de Belgrano. Refiriéndose a la Batalla de Tucumán, ganada por las tropas al mando de Belgrano, nos dice: “En Tucumán salvóse no sólo la revolución argentina, sino que puede decirse contribuyó de una manera muy directa y eficaz al triunfo de la independencia americana.”[49]Cuando Belgrano enarboló la bandera celeste y blanca luego del triunfo de Jujuy, Mitre expresa: “Así empezaron a popularizarse los símbolos de la futura república.”[50] Es claro que se refiere a una nación en formación.

Pero el Congreso de Tucumán discutía la conveniencia de establecer una monarquía proclamando como rey a un descendiente de los Incas, nos dice:

 “Como se ve, el Congreso, si bien tenía uniformidad de miras en cuanto a la necesidad de consolidar el orden y fortalecer la unión de los pueblos, disentía profundamente en cuanto a los medios para obtener este resultado; la mayor parte de los diputados, en vez de considerarse los representantes de los intereses de la nación, se consideraban los representantes de sus respectivas localidades; y si seguían la impulsión dada por los de la capital, era por que éstos eran los únicos que marchaban con energía hacia un punto fijo.”[51]

En este párrafo Mitre entiende que todavía, durante el Congreso de Tucumán, no había acuerdo en cuanto a la nación y privaban los sentimientos locales, sólo los de Buenos Aires marchaban hacia un punto fijo: la Nación.

Mitre menciona la idea de la nacionalidad argentina en un pasaje donde señala las tendencias federalistas que se manifestaban en 1815: “faltando Buenos Aires como cabeza o como centro, la nacionalidad argentina naufragaba y la capital se convertía en un nuevo foco de anarquía.”[52] Está hablando de una nacionalidad, en el concepto tradicional del término. Es una nacionalidad contingente, en formación, que podía naufragar, y que para consolidarse dependía de los acontecimientos históricos eventuales, como podían ser batallas ganadas o perdidas.

Una vez declarada la Independencia, y en especial durante el Congreso de Tucumán, se produjo un amplio debate periodístico acerca de la conveniencia de instaurar una monarquía constitucional como la inglesa o una república. Finalmente, la opinión de un sistema republicano prevaleció. Mitre celebra ente acontecimiento con las siguientes palabras, en las que la referencia a la nación está escrita nuevamente en el tiempo futuro:

[...] quedaban irrevocablemente fijados los destinos del pueblo argentino, que llevaba en su seno la anarquía interna; teniendo en una mano la espada que debía salvarlo, y en la otra la tea que debía incendiarlo y casi aniquilar sus elementos sociales, hasta que después de la victoria, amalgamadas las fuerzas encontradas, prevaleciese el espíritu conservador, y la nación se constituyese dentro de sus elementos orgánicos, dando su parte a la inspiración genial, y su parte a la alta razón aleccionada por la dolorosa experiencia.

Tal fue el resultado de este debate memorable, que determinó definitivamente el rumbo de la revolución argentina.[53]

Vemos nuevamente que el sujeto del relato es la “revolución argentina” y no “la nación”, que nuevamente está en el tiempo futuro condicional.

 

La “construcción” de la nacionalidad

Mitre introduce expresamente en diversos pasajes de su obra un nuevo concepto, que, aunque presente en el espíritu de su trabajo, no está expresado en forma explícita. Me refiero al concepto de “construcción de la nacionalidad”, concepto moderno, que se inscribe en el debate entre primordialitas y modernistas,[54] adelantándose a los historiadores de la segunda mitad del siglo XX, aunque sin hacer de ello un desarrollo teórico específico. En efecto, tras describir los momentos apremiantes que soportaba la revolución por una nueva invasión realista por el norte que amenazaba a la provincia de Tucumán en el año 1819, escribe el  párrafo siguiente:

Así, en medio de estas congojas, se constituía el hecho de la nacionalidad y la independencia argentina, y era así, como sus hijos devorados por la anarquía y la miseria, se preparaban a llevar la libertad al resto de América del Sud desde Chile hasta el Ecuador![55]

Más claramente todavía, al relatar la inminente partida de la expedición comandada por San Martín hacia el Perú expresó la idea de la nacionalidad como una construcción:

Tocábale todavía al pueblo argentino llevar a término otra tarea menos brillante, pero más difícil y fecunda, y era construir su nacionalidad,[56]

Es evidente que para Mitre la nacionalidad argentina no estaba lograda en el final de la primera década revolucionaria sino que todavía era una tarea pendiente, es decir que era preciso “construir”.

Mitre señala que el hecho de que las provincias se constituyeran en “estados soberanos e independientes, bien que reconociendo el vínculo de unidad territorial,” y que esas nuevas soberanías “trazarían con líneas de sangre el mapa de la futura confederación argentina, y bosquejarían toscamente los contornos de su constitución política.”[57] Pero estos estados federales reconocían una posible identidad nacional. Para demostrarlo, Mitre cita una proclama del caudillo de Santa Fe, Estanislao López, que había derrotado al ejército de Buenos Aires la batalla de Cepeda, en 1820, de la siguiente forma: “Cualquiera sea la sinceridad con que en él se invoquen los principios, que tan mal comprendían y practicaban, vese que los caudillos reconocen una patria indisoluble, que buscan un gobierno para todos, que respetan un interés general y que se inspiran en un sentimiento verdaderamente argentino.”[58] Y la firma del tratado de Pilar, “es la piedra fundamental de la reconstrucción argentina bajo la forma federal”[59]  Agrega más adelante que “todas las provincias que debían constituir en lo futuro la nación argentina, habían reasumido su autonomía, y se gobernaban por un sistema federal de hecho, reconociéndose todas partes integrantes de una asociación indisoluble, destinada a vivir en los tiempos.”[60]¾Nuevamente Mitre une los conceptos de reconstrucción y futuro¾. Termina su razonamiento y también su Historia de Belgrano con esta frase, que nuevamente coloca a la nación en el futuro:

De este modo se consolidó el núcleo de la nacionalidad argentina, creando el tipo de un estado federal republicano, y haciendo posible su organización en lo futuro al través de las dolorosas pruebas que aun tenía que vencer en el desenvolvimiento de su revolución interna.[61]

En su segunda obra histórica, la Historia de San Martín y de la Emancipación Sud-Americana, Mitre encara el tema de la Independencia desde un punto de vista americano, teniendo una visión global de la Revolución. En estas páginas también encontramos diseminadas algunas referencias a las identidades de la población. Como ejemplos, podemos citar la fecha en que Mitre identifica los primeros indicios de insurrección:

La insurrección verdaderamente criolla se inicia a partir del siglo XVIII, en que se oye por primera vez en Potosí el grito de Libertad, y los criollos dejan de considerarse españoles para apellidarse con orgullo americanos. Es el asomo de un nuevo espíritu nacional.[62]

Evidentemente habla de un sentimiento americano, no es todavía argentino. Este sentimiento se hace más visible luego de la victoria de Buenos Aires ante los ingleses en 1806 y 1807.[63] Para Mitre, una de las tendencias de la revolución argentina era Construir una nueva nacionalidad dentro de los límites geográficos del virreinato del Río de la Plata.”[64] Vemos como Mitre utiliza nuevamente el concepto moderno de construir una nacionalidad y no de la preexistencia de ella. La nación estará en el futuro.

Resumiendo lo dicho podemos comprobar que Mitre, en sus escritos históricos nos hace ver los orígenes de las ideas revolucionarias en el Río de la Plata. La forma de transmisión de ellas por medio de una minoría ilustrada de la cual Belgrano formaba parte. Cómo estas ideas se difundieron en un principio en las reuniones de esos jóvenes, en el Consulado, en las sociedades literarias y logias secretas, por el contacto con los soldados y oficiales ingleses durante las invasiones, y, luego de la Revolución, se amplía la difusión mediante la prensa escrita y las proclamas políticas y los bandos militares, gracias a la recién adquirida libertad de imprenta. Estos hechos, unidos a los acontecimientos de la Península Ibérica, la ocupación de España por las tropas de Napoleón, la abdicación del Rey, precipitaron los movimientos de Independencia de los pueblos de América española.

La Nación Argentina, para Mitre, no está formada en el período de la independencia. Es una nación que se formará en el futuro en torno a los ideales de la Revolución de Mayo. Esto no podía ser de otro modo pues la Nación no se organizaría hasta después de la caída de Rosas, cuando asumiera su forma orgánica en la Constitución de 1853 y con la unión de la Provincia de Buenos Aires a la Nación luego de la batalla de Pavón. Este futuro para los autores de la Independencia es el presente para los contemporáneos que, junto con Mitre, fueron artífices de la organización de la Nación Argentina.

 

Conclusión

Podemos decir, en primer lugar, que tanto, Romero, Chiaramonte, Palti, y Wasserman sostienen que Mitre postulaba la preexistencia de una nación o nacionalidad argentina. Mientras que Romero basa este aserto especialmente en el discurso político pronunciado por Mitre en la Convención Constituyente de la Provincia de Buenos Aires, Chiaramonte, Palti y Wasserman se basan en lo escrito en la Historia de Belgrano, en el capítulo “La sociabilidad argentina”, un escrito histórico agregado en la tercera edición. Es cierto, como señala Wasserman, que Mitre escribe su historia en clave nacional, y con una idea genealógica, como indica Palti, pero eso no implica que coloque la nación al comienzo. Hemos mostrado que en este capítulo, en ningún párrafo Mitre menciona a una Nación Argentina preexistente. Lo que intenta rastrear es la genealogía de la idea de la revolución argentina. En otras palabras: determinar cómo las ideas de independencia, a partir de una pequeña elite ilustrada de americanos, y en especial en el Río de la Plata, se transforma en el ideario de una nación. Hemos visto en los numerosos párrafos de Bartolomé Mitre citados, pone siempre la nación en el futuro. En segundo lugar, destacamos la idea moderna de Mitre referente a la “construcción de la nacionalidad” expresada lo largo de sus textos. Esta idea fue desarrollada luego por historiadores del siglo XX, que sostienen que las naciones son contingentes, dependen de acontecimientos históricos que pueden ser fortuitos. Si tenemos en cuenta la labor histórica de Mitre en conjunto con su actuación política, podemos decir que de alguna forma percibía la historia que él y su generación estaban protagonizando, en otras palabras, organizar la Nación. En tercer lugar podemos decir que las contradicciones en el discurso de Mitre, que señalan Palti y Wasserman, no son realmente contradicciones si entendemos que Mitre no postulaba una nación argentina preexistente sino una nación en construcción. Por último, los historiadores que instalaron explícitamente la idea de la preexistencia de la nación fueron los miembros de la llamada Nueva Escuela Histórica, a partir de las lecciones de los profesores de la Cátedra de Derecho Constitucional de la Universidad de Buenos Aires.



[1] José Carlos Chiaramonte, “Formas de identidad en el Río de la Plata luego de 1810”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” N° 1, 3ra serie, Buenos Aires, 1989, p. 72. (Las negritas son mías)

[2] José Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argntina (1800-1846), Espasa Calpe Argentina, Buenos Aires, 1997, p. 159.

[3] José Carlos Chiaramonte, El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana, Cuadernos del Instituto Ravignani, Nº 2, Buenos Aires, 1991.

p. 5 y nota de pie de página. Ver también p. 31 y 32.

[4] Idem, Ibidem.

[5] En cuanto a Vicente Fidel López, el párrafo que Chiaramonte menciona como referencia para sustentar su tesis es tomado de la Historia de la República Argentina, Tomo I, Imprenta G. Kraft, Buenos Aires, 1913, la página XIII de la Introducción. En ningún lugar de dicha página ni en las anteriores, López expresa la idea de la existencia de la Nación Argentina. Habla de “la futura sociabilidad”, “Sociedad incipiente”, en ningún caso de una nación preexistente o con “personalidad nacional”.

[6] Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Felix Lajouane, Editor, Buenos Aires, 1887, Tomo I, p. 301 y 302. (Las negritas son mías)

[7] José Carlos Chiaramonte, El mito..., p. 31, 32. En este lugar menciona como titulares de la cátedra a Juan Manuel Estrada, Lucio Vicente López, Aristóbulo del Valle, Manuel A. Montes de Oca. Este último fue titular de la cátedra cuando Ricardo Levene cursaba sus estudios de derecho en la Universidad de Buenos Aires.

[8] José Carlos Chiaramonte, Pablo Buchbinder, “Provincias, caudillos, Nación y la historiografía constitucionalista Argentina, 1853-1930”, en Anuario del IEHS, N 7, Tandil, 1992.

[9] Podemos citar como ejemplos los siguientes textos de Chiaramonte: “El Federalismo Argentino en la primera mitad del siglo XIX”, en Federalismos latinoamericanos: México/ Brasil/ Argentina, Marcelo Carmagnani, Coordinador, Fondo de Cultura Económica, México, 1993, p. 86; “Acerca del origen del estado en el Río de la Plata”, Anuario del IEHS, Tandil, 1955, p. 29; “Vieja y nueva representación: Buenos Aires 1810-1820”, en Historia de las elecciones en Iberoamérica, siglo XIX: de la formación del espacio político nacional, Antonio Annino, coordinador, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1995, p. 26; “La formación de los Estados nacionales en Iberoamérica”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” N 15, Buenos Aires, 1997, p. 144.

[10] José Luis Romero, “Mitre: Un historiador frente al destino nacional”, en El caso argentino y otros ensayos, Hyspamérica Ediciones Argentina, Buenos Aires, 1987, p. 235.

[11] Ibidem, p. 246.

[12] Idem, Ibidem.

[13] Ibidem, p. 258.

[14] Bartolomé Mitre, Comprobaciones históricas, Carlos Casavalle Editor, Buenos Aires 1881, p. 201-203. (Las negritas son mías)

[15] Ricardo Levene, Las ideas históricas de Mitre, Institución Mitre, Buenos Aires, 1948.

[16] Ibidem, p. 18. (Las negritas son mías)

[17] Ricardo Levene, “Prólogo sobre las ideas directrices de la ‘Historia de la nación Argentina’, Historia de la Nación Argentina, Academia Nacional de la Historia, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1947, Vol. VI, p 22-23. (Las negritas son mías)

[18] Elías José Palti, “La Historia de Belgrano de Mitre y la problemática concepción de un pasado nacional”, en Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani, N°21, Buenos Aires, 2000, p. 75-76.

[19] Ibidem, p. 76.

[20] Ibidem, p. 77.

[21] Ibidem, p. 80.

[22] Ibidem, p. 81.

[23] Idem, Ibidem.

[24] Ibidem, p. 82.

[25] Ibidem, p. 84.

[26] Fabio Wasserman, “De Funes a Mitre Representaciones de la Revolución de Mayo en la política y la cultura rioplatense (primera mitad del siglo XIX), en Prismas, N 5, Buenos Aires, 2001, p. 57.

[27] Ibidem, p. 76.

[28] Ibidem, p. 77.

[29] Ibidem, p. 78.

[30] Idem, Ibidem.

[31] Ibidem, p. 79.

[32] Ibidem, p. 80.

[33] Ibidem, p. 81. Wasserman se refiere aquí a la ya comentada desobediencia de Belgrano a las órdenes del Gobierno para retirarse a Córdoba, mientras él prefirió resistir en Tucumán, y que esta acción decidió la permanencia de las provincias del norte dentro de la actual República Argentina.

[34] Ibidem, p. 83.

[35] Bartolomé Mitre, Arengas de Bartolomé Mitre, Imprenta y Librería de Mayo, Buenos Aires, 1889, p. 80-81. (Las negritas son mías)

[36] También es interesante notar en este discurso que Mitre sostiene la integridad de la Nación, aunque la Provincia de Buenos Aires estuviera momentáneamente separada de la Confederación. Se oponía a otros diputados porteños que querían una separación definitiva de la Provincia del resto de la Confederación Argentina, liderada por Urquiza.

[37] Marc Bloch, Introducción a la Historia,  Fondo de Cultura Económica, México, 1957, p. 130.

[38] Bartolomé Mitre, Historia de San Martín y de la emancipación Sud-Americana, Félix Lajouane Editor, Buenos Aires, 1890.

[39] Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano..., Tomo I, Prefacio de la tercera edición, P. XLII y XLIII.

[40] Fabio Wasserman, “De Funes a Mitre..., p. 77, nota al pie.

[41] Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano..., T. I, p. LVII -LVIII. (La ortografía de esta cita y las sucesivas de este libro fue actualizada). Conceptos similares los encontramos en el comienzo del primer capítulo, p. 1-2.

[42] Ibidem, p. 52.

[43] Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano..., T. I, op. cit., p. XXVI.

[44] Ibidem, T. I, p. XXVII.

[45] Ibidem, T. I, p. LI. (Las negritas son mías).

[46] Ibidem, T. I, p. 59.

[47] Ibidem, T. I, p. 207.

[48] Ibidem, T. I, p. 50. (Las negritas son mías)

[49] Ibidem, T II, p. 129.

[50] Ibidem, T II, p. 191. (Las negritas son mías).

[51] Ibidem, T II, p. 354.

[52] Ibidem, T II, p. 364.

[53] Ibidem, T II, p. 448. (Las negritas son mías.)

[54] Son, entre otros: Adrian Hastings, La construcción de las nacionalidades. Etnicidad, religión y nacionalismo, Cambridge University Press, Cambridge, 2000. Anthony D. Smith, La identidad nacional, Trama Editorial, Madrid, 1997. Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas, Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura Económica, México, 1993. Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780, Crítica, Barcelona, 2004. Primera edición en inglés: 1990. Ernest Gellner, Nations and Nationalism, Basil Blackwell Publisher Limited, Londres, 1984. Liah Greenfeld,  Nationalism, Five Roads to Modernity, Harvard University Press, Cambridge, 2001. Walker Connor, Ethnonationalism, The Quest for Understanding, Princeton University Press, Princeton, 1994.

[55] Ibidem, T. III, p. 234.

[56] Ibidem, T III, p. 263. (Las negritas son mías).

[57] Ibidem, T III, p. 269. (Las negritas son mías).

[58] Ibidem, T III, p. 339.

[59] Ibidem, T III, p. 377.

[60] Ibidem, T III, p. 546. (Las negritas son mías).

[61] Ibidem, T III, p. 578. (Las negritas son mías).

[62] Bartolomé Mitre, Historia de San Martín, T. I, p. 36.

[63] Ibidem, T. I, p. 51.

[64] Ibidem, p. 204. (Las negritas son mías).



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