Antes del 25 de Mayo

 

Del virreinato del Río de la Plata a la Revolución. 1808-1810

 

Autor: Pablo A. Chami

 

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 14 de marzo de 2010

 


Índice

Introducción

Las preguntas

La construcción de la Identidad nacional

Año 1808- Los primeros pasos

1807, Una consecuencia de las invasiones inglesas

Antecedentes de la Independencia - Contexto internacional

Repercusiones en América de los sucesos de Europa

Los informantes británicos

La Princesa Carlota

Un personaje: Francisco Miranda

Juan Martín de Pueyrredón y los proyectos de Independencia

Libertad de comercio

Las ideas de la Ilustración y del libre comercio

Resumen de los acontecimientos del año 1808 en el Río de la Plata

Año 1809 – Un nuevo virrey

Asonada del 1 de enero de 1809

Intercambio epistolar de los conspiradores: Rodríguez Peña y Miranda

Designación de Cisneros como virrey del Río de la Plata

Sucesos del 25 de mayo de 1809 en el Alto Perú

Llegada del virrey Cisneros al Río de la Plata

Problemas hallados por el virrey Cisneros al arribar al Río de la Plata

La libertad de comercio

Mariano Moreno – Representación de los hacendados

Represión a las juntas de Chuquisaca y La Paz en 1809

El Virrey Cisneros,  la Junta de Montevideo y la asonada del 1 de enero de 1809

Medidas de vigilancia promovidas por el Virrey Cisneros

Actividades de los patriotas a favor de la Independencia en el Virreinato del Río de la Plata en el año 1809

Año 1810 – La Revolución

Acontecimientos del año 1810 que precipitaron las revoluciones de América Española

Acciones revolucionarias a comienzos de 1810

La Semana de Mayo

El 25 de mayo de 1810

Causas de la Revolución de Mayo

Bibliografía



 

Introducción

 

Cuando escribo estas líneas, se cumplen 200 años de sucesos que condujeron a la independencia de los países de América del Sur. El relato que haré será cronológico y centrado en los sucesos del Virreinato del Río de la Plata pero con referencias a la situación de Europa y del resto del continente sudamericano.

En la primera mitad del año 1808, la opinión pública de Buenos Aires y del resto de América Española estuvo convulsionada por los acontecimientos europeos. Se leían ávidamente las noticias, los impresos y las proclamas que llegaban en los navíos, en especial los de la flota inglesa. Todo esto provocaba un estado de agitación y asamblea notorio, que se reflejaba en diversas comunicaciones de viajeros y testigos del momento. Había expresiones que revelaban una identidad americana que se diferenciaba de la de los españoles europeos pero que todavía no constituía una identidad nacional; la fuga del general Beresford, que había comandado la primera invasión inglesa y que estaba confinado en prisión en la localidad de Luján, había sido promovida por un pequeño grupo de americanos. Esta fuga desencadenará acontecimientos que marcarán los hechos de los años previos a la Revolución de Mayo; además, los sucesos europeos, consecuencia de la invasión de Napoleón a España y los partidos que se establecieron en América desempeñarán influencias importantes en la alineación política de las colonias; la diplomacia británica tendrá un significativo papel desde el momento en que la corte de Portugal se trasladó a Brasil; dos personajes: por un lado la infanta Carlota Joaquina, residente en Brasil, hija de Carlos IV y hermana de Fernando VII, y por otro, desde Londres, Francisco Miranda, asumirán papeles importantes en la trama de los acontecimientos de las colonias en los momentos finales del dominio español; por último pero no menos importante, la disputa por la libertad de comercio, donde la posición a favor o en contra de ella motivará la alineación de los distintos personajes y partidos a favor o en contra de la Independencia.

El otro tema que se comienza a vislumbrar es el factor ideológico pues entran en conflicto dos concepciones filosóficas opuestas: la concepción del antiguo régimen, con los ideales de la religión católica, la figura de la Monarquía absoluta personificada en el Rey y la Nación concebida como un todo en un esquema de verticalidad y obediencia, en contraste con las ideas de la Ilustración, con su trilogía de Libertad, Igualdad y Fraternidad y el factor de soberanía, concebido como horizontal, encarnado por el pueblo. La lucha entre estas dos concepciones aparece constantemente en los escritos, manifiestos oficios y bandos del período.

 

 

 

Las preguntas

Al estudiar el proceso de la Independencia de los países de América del Sur podemos formular una serie de preguntas: ¿Existían las naciones de la América Española en las décadas previas a la Independencia? Si la respuesta a esta pregunta es negativa, o sea que no existían todavía nuestras naciones, entonces el advenimiento de los nuevos Estados de América del Sur tienen su origen en una construcción histórica contingente. En tal caso podemos preguntar: ¿Cómo surgieron estos nuevos Estados, quiénes eran los protagonistas de su construcción y en qué circunstancias fueron erigidas esas naciones? También otra pregunta que nace es: ¿Por qué el Imperio Español se desintegró en 18 estados independientes y no conservó su unidad? En las páginas que siguen intentaré aproximar alguna respuesta a estas preguntas.

 

En un trabajo anterior, analizo los escritos de historiadores argentinos y también extranjeros acerca del surgimiento de las naciones modernas y de las respectivas identidades nacionales. Encontramos allí que existen dos tendencias: los modernistas y los primordialistas, aunque algunos de ellos sostienen tesis que toman argumentos de ambos enfoques. Los primordialistas entienden que las naciones nacen en tiempos remotos y que la identidad nacional es un sentimiento que precede al surgimiento de la Nación moderna. Por el contrario, los modernistas entienden que la Nación, y por consiguiente, las respectivas nacionalidades son producto de la acción humana y de las condiciones contingentes, que dependían de acontecimientos que tal vez sucedieron en lugares lejanos pero que finalmente tuvieron importancia en la formación de las naciones modernas.[1]

En nuestro país, la tendencia primordialista está representada por los historiadores de la primera mitad del siglo XX, en especial José Luis Romero y Ricardo Levene, además de los de la denominada escuela revisionista. En cambio en la actualidad, para José Carlos Chiaramonte, la Nación Argentina comenzó a tomar forma a partir del romanticismo de la Generación del 37 y que surgió como un compromiso de “los pueblos” del interior formando primero las ciudades, luego las provincias, más tarde la Confederación Argentina y finalmente la República que se constituyó a partir de los acontecimientos que sucedieron al derrocamiento de Rosas.

Pero entonces cabe la pregunta: ¿Había en las primeras décadas del siglo XIX alguna nacionalidad que abarcara un territorio mayor que el de la ciudad y la provincia? Estas cuestiones las formulan Jorge Myers y Pilar González Bernaldo en sus comentarios a la tesis de Chiaramonte alegando que las fuentes tomadas en sus trabajos fueron las jurídicas, los debates en las convenciones constituyentes del período y estos datos no son suficientes para estudiar el problema que plantea la identidad nacional, porque ella se refiere a imágenes e ideas que se producen en la psiquis de los individuos y no en las leyes y debates parlamentarios.

Por este motivo es que estudiaré los testimonios de los protagonistas del período en los temas que tengan que ver con la nación y la nacionalidad. Por otro lado, si la Nación es el producto de las circunstancias históricas, provocadas por el accionar de los protagonistas o de circunstancias contingentes, es decir, de acontecimientos ocurridos en otras regiones que escapaban al control de los protagonistas del ámbito local americano. Es interesante entonces estudiar cómo se construyeron esas Naciones en las primeras décadas del siglo XIX. Pensemos que si es válida la tesis primordialista que entiende que las naciones preexistían antes de la independencia, entonces no es importante el estudio de su construcción porque era algo que ya estaba dado, y como expresa Ricardo Levene, la labor del historiador era solamente revelar lo que ya existía.[2] Por otro lado, si la Nación se comienza a estructurar en los finales de la década de 1830, como entiende Chiaramonte, tampoco es importante el estudio de la construcción de la Nación en las primeras décadas del siglo XIX porque antes la Nación no existía.[3] Sin embargo, y como primera impresión intuitiva, vemos que los símbolos nacionales: la bandera, la escarapela, el escudo, el himno nacional, se configuraron precisamente al poco tiempo de la Revolución de Mayo, y antes de la declaración de la Independencia en 1816. Es decir que en la primera década después del acontecimiento de mayo los patriotas crearon los símbolos que permitían formar una identidad. Queda por contestar cuál fue el alcance territorial de la identificación con esos símbolos. Si fue una identificación de los ciudadanos de Buenos Aires o si abarcó áreas más grandes del territorio del Río de la Plata.


 

La construcción de la Identidad nacional

 

Los primeros indicios de una identidad política propia de los americanos se encuentra en la diferenciación entre españoles europeos y españoles americanos. En efecto, a comienzos del siglo XIX, existía en el Virreinato del Río de la Plata un antagonismo entre los llamados Españoles Europeos y los Españoles Americanos. Hay muchas referencias que dan testimonio de estas disconformidades. Mi propósito es enumerar solamente algunas.

Cornelio Saavedra, en su Memoria Autógrafa, nos cuenta que los europeos, pasado el peligro de la invasión inglesa sobre Buenos Aires, intentaron licenciar al Regimiento de Patricios, integrado por criollos, que había tenido destacada actuación frente a las tropas británicas: “Este también fue el origen de los celos y rivalidades que asomaron entre patricios y europeos. Acostumbrados éstos a mirar a los hijos del país como sus dependientes y tratarlos con aires de conquistadores, les era desagradable verlos con las armas en la mano, y mucho más el que con ellas se hacían respetables por sus buenos servicios y por su decisión de conservar el orden en la sociedad.” [4]

Manuel Belgrano recuerda en sus memorias que cuando en 1793, estando en España, fue elegido como secretario del Consulado de Buenos Aires. Nos dice que: “sólo había oído el rumor sordo a los americanos de quejas y disgustos, que atribuía yo a no haber conseguido sus pretensiones, y nunca a las intenciones perversas de los metropolitanos, que por sistema conservaban desde el tiempo de la conquista.”[5]

También los viajeros extranjeros que visitaron Buenos Aires dieron testimonio del disgusto de los criollos con los Españoles Europeos. Un francés, Barthélemy de Massiac, quien llegó a la ciudad en 1660, señaló que “La mayor parte de los criollos y habitantes de las ciudades de las Indias están muy descontentos con el Consejo Supremo de Indias, que está en Madrid, porque éste da casi todos los buenos empleos a los españoles y para ellos nada, o sólo a fuerza de dinero. Desearían tener un príncipe o un rey independiente de España.”[6]  Vemos que en épocas tan tempranas como el año 1660, ya existía el encono entre americanos y españoles y una idea de independencia.

Es decir que a fines del siglo XVIII y a comienzos del siglo XIX existía en las colonias españolas de América un sordo malestar entre los criollos —ya señalado por los viajeros desde el siglo XVII—, que se transformaría en una identidad propia a partir de la Independencia. De cualquier modo, no todos los criollos apoyaron la Independencia, había criollos en los ejércitos realistas, y a su vez, algunos españoles europeos apoyaron la Independencia. Esto nos hace creer que la elección de una u otra categoría política obedecía también —como veremos más adelante—, a cuestiones de índole ideológica. De cualquier manera, como dice José Carlos Chiaramonte, estas identidades no conformaban una identidad nacional como la que surgiría a mediados del siglo XIX con el advenimiento del romanticismo.[7]

 



[1] Pablo A. Chami, Nación, identidad e independencia, en Mitre, Levene y Chiaramonte, Editorial Prometeo Libros, Buenos Aires, 2008.

[2] Ibidem, p. 78–79.

[3] Ibidem, p. 95.

[4] Cornelio Saavedra, “Memoria Autógrafa”, en Biblioteca de Mayo, Colección de Obras y Documentos para la Historia Argentina, Tomo II, Autobiografías, Senado de la Nación, Buenos Aires, 1960, p. 1041. (En todas las citas la ortografía se actualizó)

[5] Manuel Belgrano, “Autobiografía del general Don Manuel Belgrano, que comprende desde sus primeros años (1770) hasta la Revolución del 25 de Mayo”,  en Biblioteca de Mayo..., op. cit., Tomo II, p. 956.

[6] Barthélemy de Massiac, Plan francés de conquista de Buenos Aires, 1660-1693, Emecé Editores, Buenos Aires, 1999, p. 112.

[7] José Carlos Chiaramonte, Nación y Estado en Iberoamérica, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2004, p. 94-95.

 


 

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